La «meritocracia» y el Orden Técnico

La polémica por un conflicto interno en el equipo de atletismo en los Juegos Panamericanos 2023 revive un problema recurrente también observado en el “sumario eterno” en la Escuela Militar por el descubrimiento de que 60 cadetes habían copiado en una prueba y que aún no tiene sanción. Las críticas en ambos casos es sobre la injusticia en la asignación de roles por mérito y las reglas que los rigen versus la sospecha de prácticas que esconden arbitrariedad: esto es la tensión entre el discurso de meritocracia y los privilegios heredados. Este tipo de conflicto, si no se resuelve adecuadamente, puede escalar hasta llegar a instancias judiciales, como ha ocurrido en este caso, afectando la imagen pública de los involucrados. El tratamiento de los conflictos suele ser caracterizado por una defensa que califica a los opositores de resentidos o despectivamente “rotos”, una respuesta que puede resultar más hiriente que la injusticia inicial y contribuye a la escalada del conflicto.

En el caso mencionado, la controversia escaló a un tema judicial donde uno de los actores moduló su respuesta, probablemente por una estrategia legal recomendada por sus abogados. Esto demuestra que, en ocasiones, el conflicto es manejado por entidades externas a las partes directamente involucradas, como el Estado, que actúa como mediador a través de la ley para llegar a un acuerdo y evitar el escalamiento del conflicto y obtener una “verdad jurídica”.

Este papel del Estado como mediador es crucial en el mundo moderno. Se espera que gestione y medie conflictos, además de prestar servicios. Por lo mismo, parece relevante analizar cómo el Estado gestiona la meritocracia, que parece ser la raíz de muchos conflictos contemporáneos. Para entender los principios que sustentan la meritocracia en Chile, es necesario referirse a la declaración de principios del gobierno militar de 1974 que dice lo siguiente:

> “C) La creación de una moral de mérito y del esfuerzo personal. El estilo bajo y mediocratizante que ha caracterizado a la política nacional en el último tiempo ha ido desarrollando una mentalidad que frecuentemente ha llegado a considerar el éxito personal como algo negativo, que hay que esconder o ‘hacerse perdonar’. Una nueva actitud dirigida a encaminar al país por la senda de la grandeza nacional tendrá que conceder una importancia vital al premio y distinción pública para quien lo merezca en razón del mérito y la superación personal, tanto en el plano del trabajo o de la producción como en el del estudio o la creación intelectual.”

Este texto es parte de la sección III, “Inspiración nacionalista, realista y pragmática”, específicamente del punto 4, “Los valores y el estilo del gobierno nacionalista”, donde se enfatiza la meritocracia como uno de los valores clave.

La implantación de la meritocracia en un país con una historia de 350 años de orden hacendal fundamentado en un “orden natural”, ciertamente parece forzosa y radical. La transición del “orden natural”, basado en estructuras heredadas y jerarquías establecidas, fijas, al “orden del mérito”, promovido por el gobierno militar, representó un cambio significativo en la ideología y, potencialmente, en la práctica. La cuestión esencial es cómo este cambio se ha manifestado en la realidad y qué conflictos ha generado, como los presentados anteriormente.

En el plano teórico, el “orden del mérito” intenta modernizar la sociedad, promoviendo la competencia y la recompensa al esfuerzo personal y al talento. Sin embargo, la persistencia de conflictos actuales sugiere que la transición entre estos dos órdenes no ha sido completa ni exenta de tensiones. Los conflictos reflejan la lucha entre estos dos sistemas de valores en situaciones concretas.

En el ámbito político, distintas corrientes ofrecen visiones contrapuestas pudiendo identificar quienes buscan mantener en algunos aspectos el “orden natural” y otros avanzar a un “orden del mérito” u otros.  Por ejemplo, algunos señalan que la Nueva Derecha se apoya en principios de “desigualdad existencial”, “particularismo político y cultural” y un “principio estructurador de las relaciones sociales de carácter inamovible”. Esto indica un respaldo a formas de estructuración social que pueden ser antitéticas al ideal meritocrático de igualdad de oportunidades basada en el esfuerzo y el talento.

Desde una perspectiva neoliberal, el foco está en individuos racionales que actúan en un mercado libre, lo que parece despreciar tanto el orden natural basado en la herencia como el orden del mérito basado en el esfuerzo. En este contexto, el esfuerzo es interpretado como una acción de forzar la realidad a través de la acción humana, una “acción de forzar lo expuesto”. Esto sugiere una transformación del orden del mérito hacia un “orden técnico”, donde la tecnología y la intervención humana modifican activamente las condiciones existentes.

Este nuevo “orden técnico” podría estar caracterizado por un enfoque pragmático y utilitario, donde el esfuerzo no se valora por sí mismo sino por los resultados que produce, potencialmente alimentando el descontento entre jóvenes y generaciones emergentes — los llamados “NINIs” y otros jóvenes que rechazan la necesidad de esfuerzo bajo las normas tradicionales. Este fenómeno plantea preguntas profundas sobre las expectativas sociales y la identidad de las nuevas generaciones frente a los modelos de éxito y realización personal.

La transición del “orden del mérito”, fundamentado en el “esfuerzo”, hacia un “orden técnico” que intenta controlar y manipular la naturaleza, refleja un cambio significativo en la estructura y filosofía sociales. Este nuevo orden técnico valora la eficiencia, la tecnología, y la capacidad de transformar activamente el entorno para alcanzar objetivos específicos.

El “orden del mérito”, basado en la noción de que las recompensas deben derivarse del esfuerzo personal y el talento, representa una ideología que se aleja del antiguo “orden natural”, donde las estructuras y jerarquías estaban predeterminadas por la herencia y las tradiciones. A medida que la sociedad abraza tecnologías avanzadas y nuevas formas de interacción social y económica, este mérito se mide cada vez más en términos de capacidad para adaptarse y manipular herramientas y contextos técnicos.

La transición al “orden técnico” implica un enfoque pragmático que no solo valora los resultados obtenidos a través del esfuerzo, sino también la habilidad para utilizar eficazmente los recursos tecnológicos y de innovación. En este orden, la naturaleza, así como las estructuras sociales, se ven como elementos que pueden y deben ser optimizados. Esto contrasta con la visión más pasiva del orden natural, y representa un desafío a las nociones tradicionales de mérito y esfuerzo al enfatizar la eficacia y la transformación activa sobre la perseverancia y la dedicación tradicionales.

En resumen, el “orden del mérito” como transición al “orden técnico” refleja una evolución en la conceptualización de lo que se valora en la sociedad, moviéndose desde el respeto por el esfuerzo hacia una valoración de la capacidad para afectar cambio y lograr eficacia a través de medios técnicos y tecnológicos. Esto puede llevar a replantear roles sociales, expectativas y la propia definición de éxito y mérito en el mundo contemporáneo.

ORDEN NATURAL (Hacendal) – ORDEN DEL MÉRITO (de Mercado, competencia) – ORDEN TECNICO.

El ORDEN DEL MÉRITO es respuesta al ORDEN NATURAL que deviene como transición al ORDEN TECNICO. Ergo, el regreso al ORDEN NATURAL al parecer no garantiza salvarnos del ORDEN TÉCNICO, que es el gran peligro.

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