Reflexión sobre el Arraigo y las Paradojas de Nuestro Mundo
Cuando alguien comete un acto antisocial, como un robo, más allá del objeto sustraído —una mochila, un notebook—, lo que genera es una sensación de impotencia y frustración. Esa experiencia desagradable lleva a pensamientos y reacciones viscerales como rechazar todo el sistema que parece permitirlo, una reacción completamente humana y entendible en ese momento. Sin embargo, en esos instantes es crucial mostrar contención, humanidad y apoyo mutuo. La familia, por ejemplo, suele ser un refugio al enfrentar decepciones o traiciones, ya sea en el ámbito laboral, personal o social.
El apoyo también se extiende a nuestras redes más amplias: amigos, colegas, comunidades. Estas redes no son solo la suma de individuos, sino un mundo interconectado que nos da sentido y cohesión. Cuando alguien roba o daña, ese acto refleja un desarraigo, una desconexión con este mundo colectivo. No percibe al otro como parte de su realidad compartida, sino como algo ajeno, lo que justifica, en su percepción, el acto de robar o perjudicar. Esto pone de manifiesto la importancia de la cohesión social, de reconocer que todos vivimos en un mismo mundo y compartimos responsabilidades.
Sin embargo, siempre habrá quienes no se adecuen a estas normas compartidas, ya sea por razones sociales, psicológicas o estructurales. La pregunta central aquí es: ¿cómo aborda la política esta realidad? ¿Se trata de insertar a todos en un modelo social preestablecido, educarlos, reformarlos, o aceptar que algunos no se ajustarán? Adaptarse implica someterse a las reglas del mundo colectivo, donde actos como romper un vidrio para robar una mochila son percibidos como un delito contra la propiedad individual.
Reflexionar sobre cómo concebimos la sociedad no necesariamente busca dar respuestas definitivas sobre problemas como la delincuencia, que algunos consideran inherentes a la condición humana. Sin embargo, pensar en una sociedad diferente, con nuevas estructuras de interacción, es un ejercicio crucial. El problema es que la sociedad actual tiende a sofocar estas alternativas, no porque carezcamos de imaginación, sino porque las alternativas se perciben como inviables, lo que debilita nuestra motivación para el cambio.
Cuando dejamos de creer en la posibilidad de alternativas, nos sumergimos en un mundo donde no solo vivimos insatisfechos, sino también incapacitados para pensar y, menos aún, realizar un cambio. Este mundo no permite la posibilidad de otra forma de organización, de trabajo, de consumo, de relaciones. Es como si la capacidad de pensar en algo diferente quedara relegada a un estado de irrealidad. Pero ¿no es esencial pensar en otro mundo, con otras posibilidades? El pensamiento es el primer paso para reflexionar sobre alternativas, incluso si inicialmente parecen inalcanzables.
Este texto es una reflexión basada en las ideas compartidas durante el programa del canal OIFB, conducido por Oscar Fuentes, emitido el 22 de diciembre de 2024. En el episodio, disponible en este enlace, se exploraron conceptos fundamentales sobre el ser, la política y el cuidado desde una perspectiva profundamente filosófica y arraigada en la experiencia humana colectiva. Este espacio de conversación se enmarca en el esfuerzo continuo de pensar críticamente el mundo y nuestras formas de habitarlo, invitando a reflexionar sobre el "nosotros" como núcleo de nuestra existencia compartida.